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   Ernest H. Shackleton fue uno de los intrépidos aventureros que protagonizaron la “Edad heroica de la exploración a la Antártida” que ya con 16 años ingresó a la Marina Británica y con 25 participó de la expedición “Discovery” al Polo Sur que, capitaneada por Robert F. Scott, perseguía por objetivo alcanzar el Polo Sur; aunque no lo lograron.

 

   Poco después, en agosto de 1907, partió nuevamente hacia la Antártida esta vez en una expedición propia comandando el pequeño buque ballenero “Nimrod”, en la que se logró descubrir el Polo Magnético Austral, aunque tampoco llegará al Polo geográfico a tan sólo unos 170 kilómetros del objetivo. Sin embargo, sus esperanzas de ser el primero en lograr ese objetivo se vieron truncadas

cuando finalmente en 1911 el noruego Roald Amundsen fue el primero en conseguirlo.

 

   Esta circunstancia no le desánimo, sino que impulsó un nuevo proyecto

nunca antes logrado: el que refleja esta actividad.

   Frank Hurley fue uno de los fotógrafos australianos más valorados

de su tiempo. Se enroló en la expedición como fotógrafo, siendo su

papel uno de los más importantes de aquellos hombres.

 

   Pese a la situación límite que supuso el hundimiento del barco,

logró rescatar del naufragio su cámara de fotos y sus abundantes

placas de cristal. Gracias a ello pudo documentar de un modo

preciso aquella aventura. Sus esfuerzos y sus negociaciones

evitaron que las imágenes desaparecieran a la hora de ir

reduciendo el bagaje para escapar de la Antártida.

 

    Un siglo después, sus magistrales imágenes enseñan un

mundo remoto, majestuoso y los no menos excepcionales

esfuerzos que hicieron unos hombres para sobrevivir.

 

 

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